Un poco de historia
Un ingrediente de culto
Una vez las tengamos en casa, si no están lavadas, retiraremos la tierra de cobertura, usando un cepillo suave (los de dientes o uñas, son ideales).
Intentaremos no mojarlas en exceso, humedeciendo primero el cepillo con agua fría y cepillándola hasta retirar toda la tierra que este adherida para finalmente aclarar bajo el grifo. Después usaremos una servilleta o papel absorbente para secarlas completamente.
Una vez limpias, las podremos usar para cocinar directamente, guardar en la nevera (recomendamos hacerlo a 3-4º envueltas en servilleta de tela para que la trufa siga respirando), trufar alimentos o congelarla.
Una vez limpias, las podremos usar para cocinar directamente, guardar en la nevera (recomendamos hacerlo a 3-4º envueltas en servilleta de tela para que la trufa siga respirando), trufar alimentos o congelarla.
Culinariamente, la guinda del pastel
Durante los años 90 y de la mano de extraordinarios cocineros como Michel Brass, Jöel Robuchon o Pierre Gagnaire y su influencia sobre los grandes de la cocina española; Juan María Arzak, Martín Berasategui y Ferrán Adriá, es cuando la trufa pasa a formar parte de la alta gastronomía en España.
Una mención especial merece Ferrán Adriá, quien desde sus inicios como jefe de cocina junto con Christian Lutad, dio un espectacular protagonismo a la trufa negra, incorporando casi anualmente un plato elaborado con ella en el menú degustación del que posiblemente acabo siendo el centro de la gastronomía mundial: El Bulli.